Nunca se aquietan las fuerzas
invisibles
que nos hacen avanzar a tientas y
dudar
de todo cuanto nos ha sido dado.
Siempre llega un no sé qué, y se
queda,
o se va esto o aquello, y lo
perdemos
como una inesperada fulguración.
Todo ocurre sin darnos cuenta,
pero nos pasa y siempre llegamos
tarde
a saber que el estigma ya es indeleble.
Y no es lo peor que estos
acontecimientos
marginen nuestra voluntad, sino
que nada
pueda explicarse sin contar con ellos.
Porque hay mucha vida en cada
aparición
capaz de destruir cualquier
certeza, y la experiencia
nos enseña que la verdad también
es eso.
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