No siempre son circunstancias
concretas o graves
las que provocan un hondo
desasosiego en nuestras vidas.
Hay pequeños detalles, anécdotas,
que hieren tanto o más
con un suave, pero frecuente, roce
o una súbita vibración.
Estoy hablando de lo que apenas
importa cuando ocurre
y origina un principio de algo que
no sólo permanece
sino que se agranda en el decurso
del tiempo, hasta devenir
pura agitación que colma nuestra
paciencia.
Estoy hablando, pues, de todo lo
que puede cambiar
sin darnos cuenta, de nuestra
indefensión ante lo que arde
sin llama, de lo que se pierde en
un solo segundo
y luego seguimos pensando que
todavía es nuestro.
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