Cuando alguien se pierde en la
noche,
qué solo se siente si nadie lo
busca.
No puede imaginarse mayor
desamparo
que esa inaudita precipitación al
vacío.
Desde la caverna se escuchan voces
conocidas yendo a sus asuntos
diarios.
Todo sigue igual, no cesa esa
rutina
que nunca se detiene ante nada.
A pesar de esto, aquel que se ha
perdido
piensa que es pronto para
abandonar
y no renuncia a reencontrar el
camino,
a proseguir el curso de sus
propios errores.
Así, cuando por fin ve la luz,
intenta
de nuevo compartir con los otros
su lugar en el mundo y sin rencor
perdona,
pues necesita todo ese amor que le
niegan.
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