A Amparo
Jurado
Acaricio la tierra y me gusta
respirarla,
cuando la lluvia se filtra entre
las ramas
de esta vieja encina que nunca
desfallece
y sobrevuela el tiempo y sus
derrotas.
Adoro esta tierra mojada y todo
aquello
que ha ingeniado el hombre para
llevar agua
a sus campos, como esta abandonada
noria
y la acequia que discurre bajo el
suelo.
Cerca del río, entre los juncos,
unas garzas
gruñen mientras buscan su
alimento, y yo,
pegado a tierra, vislumbro nuevos
vuelos
que nadie me niega pues estoy
solo.
Es tan íntima esta tierra que la
escondo
en un rincón oculto de mi
anatomía,
y así la amo, con la mirada hacia
dentro,
para que nadie
pueda robarme su secreto.
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