A
Cathy Smith
Ella empieza a leer y no sabe bien
hacia dónde se adentra,
porque de aquellas experiencias
que vivió hace tantos años
hay algunas olvidadas, y desde
entonces es casi seguro
que múltiples cambios mínimos o
esparcidos
han causado
por acumulación a lo largo del tiempo
una ruptura aún mayor de lo que
cree,
de ahí que aborde la lectura con
algún miedo.
Mientras recorre las páginas, no
sin asombro evoca actos
que antes de recordarlos le
hubieran parecido imposibles,
pero también se despiertan en su
mente vivencias
que le arañan el corazón, y
lamenta con nostalgia
no alcanzar a sentirlas como en el
pasado, que la propia vida
haya nublado esa pasión que le
hacía creer con fuerza
en todo lo que la libertad podía
ofrecerle.
Cuando llega al final de ese
secreto diario que compuso
con el afán de contarse a sí misma
los vaivenes cotidianos,
descubre extrañada la aparición de
unas cuantas hojas en blanco,
y aunque ignora cuál debió de ser
su verdadero propósito
se deja llevar
por la inclinación de escribir sin pena,
en su viejo
cuaderno de tapas azules, un amable canto
a lo mucho que
amó y perdió cuando vivir era amar y perder.
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