Cuando amanece me detengo a
divisar en el horizonte
cómo se apagan las últimas
estrellas. Un mundo inhóspito
se vuelve visible, mientras
inquieto me pregunto
qué debo hacer después de despedir
la noche
para afrontar, fuera de mi
refugio, el nuevo día.
Aunque mis pasos son en principio
dueños
de tomar una u otra deriva, un
cierto aturdimiento
me lleva a seguir unas voces que
prometen
librarme de la confusión, aunque
no sé bien
si son cánticos o tan solo un apagado
estertor.
Así, avanzo hasta alcanzarlas y
enseguida las aborrezco,
porque nunca colman mis anhelos y
convierten mi vida
en un cierto letargo. Es verdad
que sólo pretenden
guiarme, pero es más verdad que
una vez quise ser libre
aun perdiéndome y ahora sólo me
siento perdido.
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