Llenó su desván de objetos ya
inútiles.
Juró no tirar nunca lo que una vez
fue suyo.
Dijo que ésa era su forma de
amarse.
Quiso por ello perpetuar su
memoria.
Intentó escribir un canto a sí
mismo.
Rebuscó en su memoria y regresó al
desván.
Pensó que tales bártulos no daban
para un poema.
Juzgó, sin embargo, que eran
pedazos de su vida.
Compuso de esa forma los versos
deseados.
Supo que tan pobre verdad podía
ser bella.
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