Ya no hay tiempo. Después de todo,
apenas queda algo de luz y la
penumbra
se extiende palmo a palmo. Era
esto
lo que había, aunque inocentemente
creímos que era más lo que nos
prometía
aquel
horizonte que vislumbrábamos.
Pero no era cierto. Ahora sabemos
con exactitud cuánto nos
equivocamos
y lo fácil que era no hacerlo.
Así, si miras
de frente la vida, nada invita a
ir tan lejos,
pues son de retales los sueños que
trenzamos
y nuestros cuerpos se quiebran
fácilmente.
Después de todo, ya lo veis, es
bien poco
lo que queda de esa luz, de esa
mañana
que un día nos vio alzarnos como
ángeles
sin alas. Es bien poco lo que
queda,
apenas nada, de esa pasión, de esa
llama
que cuando ardió nunca predijo su
final.
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