No hables de mí a los descreídos
de todo, mejor será que me
ignoren,
pues no soy como ellos y podrían
dañarme
con su indiferencia hacia lo que
existe
en nosotros y merece ser
preservado.
Sabes muy bien cuánto admiro
el esfuerzo tenaz de los que
designan
la maldad con nombres y apellidos
muy concretos, y así nos permiten
señalar con el dedo su guarida.
Recuerda siempre cómo me conmueven
las palabras certeras que expresan
lo más necesario para poner en su
sitio
a cada uno, y así rescatan esa
verdad
que ampara a cuantos carecen de
otra fuerza.
Y no pierdas de vista que temo
morir
y canto a la vida que tengo,
aunque pronto
me quede sin aliento y cada sonido
sea un jirón de mi cuerpo, pues no
conozco
sinfonía más bella que este vivir
sobreponiéndome.