Ese lado oscuro del mundo que tanto admiro
me hace gozar la intimidad de un vacío amable;
o ese leve palpitar de una sombra que emerge
tan solo un minuto,
cuando más necesario me parece
afrontar la vida como un misterio.
No puedo aceptar tanta certeza,
que entre miles de palabras no quede ninguna por descubrir.
Y no lo acepto, porque el significado exacto
de este breve encuentro en la noche
no podrá nunca asemejarse
a aquellos otros ya sabidos.
Y me siento feliz de vez en cuando,
probando aquí y allá fútiles esperanzas.
Y no niego la evidencia de esta pena que me ahoga,
pero a menudo aprovecho un momento
para expandirme a lo largo y ancho
de una noble verdad casi minúscula.
Si me iluminan imprevistas estrellas
o me someto a la anárquica intermitencia de los instantes,
me libero de ataduras y renazco,
hijo de mil padres que un día intentaron
hacer de mí un buen soldado.
Mas no quise luchar y ahora lo siento.