Entre lo que una vez creímos y
ahora sabemos,
hay tristeza y desencanto. No
obstante,
es un espacio minúsculo el que
separa
esta realidad de la que un día
imaginamos.
No son necesarias palabras crudas
para describir el fracaso, pues a
menudo
no duele la renuncia ni produce
desdicha
lo que dejamos de lado. Se fracasa
porque hay mil voces que nos
llaman
impacientes y no sabemos cuál
preferir,
y cuando al fin optamos lo hacemos
con desgana,
por darse una pérdida en cada
elección.
Se fracasa, por tanto, debido a
nuestras decisiones
erróneas o cobardes, y así
forjamos
esa realidad impura que no cabía
en los sueños.