Estos últims dies he estat regirant papers a la casa dels meus pares i, de
manera sorprenent, han aparegut uns quaderns que romanien oblidats en un
calaix des de feia quasi cinquanta anys.
Quan tenia quinze o setze anys, feia servir uns quaderns de tapes de cartró
de diversos colors per a passar a net els meus poemes. I així ha sigut com,
quan menys ho esperava, he recuperat els versos que escrivia quan era un
adolescent.
He de reconéixer que l’experiència ha sigut molt emocionant, ja que en
llegir el que escrivia quan era un monyicot m’he adonat que en aquell moment
inaugural de la meua vida m’interessaven uns temes que, després, sempre m’han
preocupat. Una vegada més, doncs, s’ha confirmat que la infància és la pàtria
dels éssers humans, i que allò que aleshores no racionalitzava del tot, ara,
després de tants anys, quan he madurat, amb més experiència i més força en el
pensament, seguix semblant-me pròxim, és a dir, em reconec en aquell xiquet que
un dia vaig ser i en els versos que aleshores escrivia. Ara podria, potser,
explicar-me millor, però no per això seria més sincer en la manera d’expressar
el que bullia al meu interior.
No és que els poemes em semblen brillants, però no renunciaria mai a ells,
ja que tenen una autenticitat que difícilment ara podria mantindre. L’ardor
juvenil em feia prendre carrera i quan em posava a versificar preferia ser
rotund a ser delicat.
Els poemes estan escrits entre els anys 1973 i 1975, i jo en aquella època
era un alumne de batxillerat que parlava en valencià però escrivia en castellà,
com tots els xiquets que ens vam criar durant el temps ignominiós de la
dictadura franquista. Per tant, la meua poesia d'aquella època està tota
escrita en eixe idioma, que era també el idioma dels grans poetes que jo llegia
en aquell moment: Machado, Lorca. Miguel Hernández, Alberti, Neruda, etc.
Ací teniu uns quants poemes, perquè en feu un tast dels meus pecats de
joventut:
I
Al son de las sacudidas
de una noche larga y lenta,
escupí sobre el asfalto
de una calle sin fronteras.
Cuántas cosas no he olvidado,
cuántos recuerdos me ciegan
de una historia que se escribe
con sangre, luto y paleta.
Cuántas palabras se repiten
pero después se desechan.
Quiero la muerte tranquila,
quiero la verdad a secas.
IV
Te imagino
y eres irreal,
llena de silencio.
Quiero acariciar tu
voz,
tu voz dulce,
tu voz de cristal.
.
Quiero tocar el velo
transparente,
el velo blanco,
el velo de luna
que cubre tu cuerpo
frágil,
misterioso.
Te imagino
y eres irreal.
Déjame volar junto a
ti;
la eternidad no me
asusta
a tu lado.
IX
Mañana de papel,
recuerdo tu brisa reciente,
tu luz tangible,
tu horizonte ensimismado.
Mañana de papel,
que ardiste cuando mi fuego
ya casi acariciaba tu calma.
Que te convertiste en cenizas
cuando mi mirada
podía ser un rayo de tu cielo.
XIV
Me pierdo entre
estrellas y abismos,
olvidado de todo lo
que es humano,
de todo lo que
durante tantos años
ha limitado mis
ansias de infinito.
Me pierdo entre oscuridades
sin caminos.
He estado demasiado
tiempo jugando,
demasiados sueños he
soñado
para seguir en
tierra y por eso me he perdido.
Soy inmortal y formo
parte de un infinito.
Me pierdo entre penumbras y albores,
entre dulces
silencios sin relojes,
olvidado de todo lo
que es humano y reducido.
XVIII
Un poco de sol, un
poco de aire.
Viento, abre la
ventana,
penetra con toda tu
fuerza
en la triste habitación sin lluvia,
con su cama, su mesa, su silla
y ese inevitable
reloj de pared
que vomita su tic-tac en el oído.
Viento, abre todas
las ventanas;
abre todas las
paredes y todos los muros,
que no quede nada por abrir
en el mundo.
Tierra, ábrete para
que mi cuerpo
vague por tus
secretos pasadizos,
entre cavernas y
cuevas profundas,
donde duermen los
seres olvidados
que un día
respiraron el aire y la luz.
Ábrete, día, para
que mis ojos
puedan consumir la
claridad.
Ábrete, infinito,
que quiero ser
una estrella
invulnerable,
una infinita porción
de vacío,
una inacabable
molécula de oscuridad.
Más allá del
cristal, la noche, y más allá, la nada.
Separaciones,
ventanas: aquí el silencio, allá el sonido,
por todas partes
despojos de esperanza, el vacío.
Déjame existir en tu mirada, que entre los cristales
la muerte es una sombra que se presiente muy cerca.
Sentado en una
habitación poblada de pájaros
que me devoran poco
a poco, a picotazo limpio,
siento cómo el suelo
intenta recuperarme.
Arrebátame de este encierro, de esta oscuridad,
déjame vivir en tu mirada, prendido de esa luz
que despide el gris infinito de tus ojos.
XX
Me gusta avanzar entre las rocas,
por la espesura de un bosque incierto;
no creo en el camino sino en el que anda.
Creo en el hombre que descree
y se detiene a meditar su alternativa.
Creo en el hombre que no acepta,
en el que busca y no encuentra, no creo
en la fácil oración de quien lo sabe todo
y solo repite lo que ya se ha dicho.
Creo en el hombre que crea.
Creo en el rebelde que golpea y destruye
todo lo que le contiene, en el que grita;
aprendo del hombre que sabe escuchar,
de aquel que planta cara a quien le entorpece.
Creo en el hombre que se abre paso.
XXIV
Amor, que te
quiero triste, amor,
que te quiero
cansada, amor,
que te quiero
palpitando
una noche larga.
Amor, que te
necesito verde, amor,
que te necesito
blanca, amor,
que te necesito
desnuda
junto a mi
ventana.
Amor, en mis
días tristes, amor,
quiero escuchar
tus palabras, amor,
en mis noches
profundas,
un beso y una
lágrima.
Amor, palpita a
mi lado, amor,
que la vida se
me escapa, amor,
que nos persigue
la brisa
de la mañana.
XXVIII
una noche lluviosa y extraña,
el miedo convirtió mis manos en garras,
me quisieron arrastrar hacia el abismo.
Hundido en una grieta volcánica,
me recogió una fuerza salvaje,
marcó mi regreso un reguero de polvo,
permanecí dormido durante semanas.
En el amanecer de un día cualquiera,
desperté aturdido ante un paisaje normal;
pronto me di cuenta de mi situación:
no se puede vencer pero sí luchar.
Húndeme en una duna del desierto,
rescátame de la más grande calamidad;
yo estoy aquí siempre alerta,
víctima y verdugo, perseguido y cazador.
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