dilluns, 14 de gener del 2019

EN DEFENSA DEL DIÀLEG


El dogmatisme és el gran enemic de la democràcia, i no sols perquè defensar idees absolutes consagre la intolerància, sinó també perquè comporta un encastellament que fa impossible el diàleg, i sense diàleg no hi ha possibilitat de mantindre els acords socials bàsics que fonamenten el constitucionalisme.
Per tant, considere que en un moment tan greu com el que estem vivint en l'actualitat, resulta essencial que els partits polítics òbriguen vies d'enteniment, que pressuposen l'adopció d'un tarrannà flexible, capaç de fer cessions per tal d'arribar a un punt d'equilibri que integre el màxim de voluntats possible.
La política ha de servir per a solucionar els problemes de la gent, i no són de fiar aquells que creen o inventen problemes que no existeixen per tal d'amagar els reals. Com tampoc són gens recomanables aquells que se centren a desfer els consensos existents i deixen per a després la construcció dels nous.
Si la Constitució és millorable, canviem-la, però sabent cap a on anem i promovent un debat obert que possibilite l'aparició de punts d'encontre. Sense una majoria social molt ampla no es poden canviar les regles de joc, si volem que el canvi siga durador.
Avui més que mai és necessari que la ciutadania prenga consciència que d'ella depén fixar límits a la deriva irracional de naturalesa tant dispar que estem patint. Si seguim la tendència actual, arribarà més prompte que tard el dia en què serem molt febles, a causa de la divisió i la desconnexió de la realitat, i la història ens ensenya que eixes són les condicions idònies perquè els enemics de la democràcia es facen forts, en defensa dels seus privilegis.
Villacañas ho diu d'una manera molt llúcida: 
La consecuencia de no entregarse a posiciones absolutas es la neutralización del fanatismo. El efecto de esta mejora es la producción de puntos de vista comunes. Sólo se puede pactar sobre elementos valiosos que no asumen una interpretación absoluta. De este tipo son casi todos los problemas reales y sociales y, justo porque son de naturaleza compensable, algunos actores tienen necesidad de presentarlos como absolutos para seguir gozando ilegítimamente de su estatus. El privilegio se defiende así. Esta estrategia es especialmente intensa cuando la situación política entra en esa zona en la que la democracia por sí misma no implica estabilidad.
Esto es lo que hay detrás del movimiento político de nuestro país. Cuando ninguna fuerza política se ha mostrado capaz de proponer un eje transformador ni en un sentido constituyente, ni en un sentido reformista, ni en un sentido constitucionalista o rupturista, tiene su oportunidad el eje reaccionario que lleva tiempo buscándola. Que Ciudadanos se haya prestado de forma tan inmediata a formar ese nuevo eje, muestra a las claras su carácter completamente insincero. Ciudadanos nunca tuvo una agenda reformista seria. La puso encima de la mesa mientras contenía la opción constituyente o lastraba un reformismo que afectara a intereses vitales de sus promotores. Ahora olvida completamente todas estas veleidades y se entrega a una política regresiva que es saludada con enorme satisfacción por el PP.
Pues en realidad las fuerzas reales que dirigen a Casado son las verdaderas triunfadoras del escenario presente. Ahora vemos con toda evidencia que las invocaciones de defensa de la Constitución que hacía el PP, en el fondo ocultaban una aspiración regresiva en todos los aspectos centrales. Se decía Constitución, pero en el fondo se querían decir «ni un paso adelante». La lógica inevitable de esta actitud, que dificulta resolver cualquier problema, impone una consecuencia: ahora, la mejor manera de no dar un paso adelante es colocar la ficha pasos atrás, en la casilla de salida de 1978. Esa opción por fin ha identificado el psiquismo en que apoyarse. Y eso es VOX. Por supuesto esto supone la pérdida por parte del PSOE de la centralidad que le daba la capacidad de estabilizar la Constitución. Que en Andalucía Ciudadanos gobierne con VOX muestra que no puede ser un candidato a sustituir al PSOE en esa función. La pretensión de Casado –un mandado en esta historia- de ser el centro del sistema es cínica y ridícula, toda vez que VOX es su otra cara.
Así que esto veo desde la distancia de este Finisterre americano. Nunca antes la Constitución del 78 estuvo más huérfana de apoyos políticos, pues sus defensores nominales ya impulsan políticas tan incompatibles con ella como los independentistas catalanes. Que eso coincida con la orfandad de intereses populares, políticos y sociales, de millones de votantes razonables, progresistas, dotados de sentido de lo justo, es la única esperanza. También la distancia forja sus ilusiones.

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